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¿Y si Trump pierde y no acepta la derrota?

No depende tanto del hecho de que Trump, en caso de perder, admita la victoria de Biden, sino más bien de su proverbial ejército de abogados.

Agencias

Estados Unidos, 3 de Noviembre 2020.- El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se ha pasado gran parte de su campaña socavando la confianza en el sistema electoral y sembrando dudas sobre la limpieza del voto por correo, lo que suscita dudas de que, después de esta noche, acepte una posible derrota ante su rival demócrata, Joe Biden.

Trump incluso ha insistido en que solo podría perder estos comicios por un fraude electoral, haciendo sonar las alarmas entre los expertos constitucionalistas sobre la posibilidad de que el escrutinio abra una crisis peor a la protagonizada en el año 2000 por George W. Bush y Al Gore por el recuento de votos en Florida.

Preguntado en septiembre si, en caso de perder, se comprometía a una transferencia pacífica del poder, se negó a hacerlo.
Un día después, en una iniciativa inusual, el Senado aprobó por unanimidad una resolución que reafirmaba su compromiso con que “no haya interrupciones por parte del presidente ni de ninguna persona en el poder para anular la voluntad del pueblo estadounidense”.

Sin embargo, el desenlace de las elecciones puede no ser tan sencillo. No depende tanto del hecho de que Trump, en caso de perder, admita la victoria de Biden, sino más bien de su proverbial ejército de abogados.

La ley no exige a Trump dar un discurso en el que acepte la derrota, explicó, pero las batallas legales podrían derivarse en una crisis constitucional si llegan a influir “en las decisiones de los gobernadores sobre a quién enviar al colegio electoral”.

El sistema electoral estadounidense, en el que los votantes no eligen al presidente, sino a los compromisarios de un Colegio Electoral de 538 delegados, que son los que a la postre votan por el presidente, abre multitud de interrogantes.

Tras las elecciones, las autoridades estatales tienen hasta el 8 de diciembre para resolver cualquier controversia que pueda surgir sobre la elección de sus compromisarios del Colegio Electoral, y el 14 de diciembre sus miembros se reúnen en sus estados y votan formalmente al presidente, una votación que ha de avalar el nuevo Congreso el 6 de enero.

Gana el candidato que obtenga la mayoría de los 538 votos electorales existentes, es decir, al menos 270.